Cada 12 de octubre, al salir el sol y hasta ya entrada la noche, Zaragoza se ve inundada por una marea de gente ataviada con trajes populares que desfila a través de las principales calles de la ciudad con el objetivo de hacer llegar una ofrenda floral a la Virgen, que ubicada en un lateral de la plaza del Pilar observa a la comitiva desde lo alto de un impresionante manto de flores.
Pese a que la ofrenda de flotes a la Virgen sea en la actualidad el acto más multitudinario de las fiestas, sus orígenes estuvieron marcados por un carácter más humilde y discreto. Todo empezó en 1954, cuando varios integrantes de la Casa de Valencia en Zaragoza decidieron emular una tradición de su tierra y hacer una ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados, ubicada en la zaragozana iglesia de San Gil. A continuación, el mismo grupo realizó otra ofrenda similar a la Virgen del Pilar en su catedral-basílica.
Un año después se produjeron dos nuevas ofrendas florales. La primera tuvo lugar en mayo y fue organizada por la Cámara Oficial Sindical Agraria con motivo del aniversario de la coronación canónica de la Virgen del Pilar. La segunda de ellas sucedió el día 12 de octubre y consistió en una ofrenda de flores enviadas desde México, concretamente desde el santuario de la Virgen de Guadalupe.
Estos acontecimientos no tardaron en llamar la atención del Ayuntamiento de Zaragoza, que manda un representante a Valencia para observar la ofrenda floral que se realizaba todos los años a la Virgen de los Desamparados. Como resultado, en 1958 tiene lugar la primera ofrenda floral oficial a la Virgen del Pilar en Zaragoza. Este acontecimiento contó con la participación de unas 2000 personas ataviadas con trajes regionales.
El éxito de esta primera convocatoria espoleó la realización de nuevas ediciones y la participación en la ofrenda creció exponencialmente año tras año. En 1980 ya se contabilizaron alrededor de 50 000 participantes, y esa cifra no dejó de crecer en los años posteriores. Hasta el año 1998 las flores se depositaron en la fachada del Pilar, pero entonces el cineasta Bigas Luna propone al Ayuntamiento un cambio de emplazamiento con el fin de dotar al acto de una mayor carga visual.
Así, y hasta hoy en día, en un lateral de la plaza se prepara un gran armazón metálico sobre el cual se coloca a la Virgen del Pilar ataviada por un manto confeccionado con flores blancas en los años impares y rojas en los pares. Conforme los oferentes llegan hasta la plaza, las flores ya entregadas son depositadas sobre el armazón metálico y a los pies de la estructura hasta completar una auténtica montaña rematada por la imagen de la Virgen.
La participación en la ofrenda puede ser individual o formando parte de un grupo. Esta última opción es la más habitual, como demuestra que en 2018 fuesen más de 770 grupos limitados a un máximo de 200 integrantes cada uno los que participaron en el acto. Las agrupaciones participantes deben de inscribirse en un registro previo según el cual se les asigna un orden de salida. Aquellos que participen de manera individual o formando parte de grupos no inscritos, deben acceder al desfile por unas entradas especiales habilitadas para ellos.
Año tras año, la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar se supera en número de participantes y suntuosidad. Este acto, celebrado durante el día grande de las fiestas, supone todo un acontecimiento para una ciudad que se vuelca en su celebración y acoge participantes venidos de diferentes partes del mundo.